Podríamos decir que se trata de un tópico, pero el inicio de año suele acompañarse de nuevos propósitos. Estos propósitos vienen cargados de ilusión y de fuerza de voluntad, con la intención de que no se queden olvidados en cuanto empezamos con nuestra rutina diaria.

Es curioso porque casi siempre sucede lo mismo: se empieza con una fuerte convicción, pero en cuanto transcurren unas semanas o días, la fuerza de voluntad disminuye y acabamos con las mismas costumbres y rutinas de otros años.

Esto puede llevarnos a tener frustraciones con nosotros mismos, sintiéndonos culpables del fracaso por no haber cumplido con nuestros objetivos. Pero todo tiene una explicación. Normalmente este abandono suele suceder por un optimismo excesivo, una falta de voluntad y objetivos poco realistas, que hacen que no logremos convertir esos propósitos en hábitos que formen parte de la rutina diaria.

La buena noticia es que esto se puede mejorar.

La gran parte de actividades que realizamos en nuestro día a día son hábitos, por lo tanto, lo más sensato sería convertir los nuevos propósitos en hábitos cotidianos para incorporarlos en nuestra rutina diaria. El hábito se define como una conducta aprendida que, mediante su repetición, se termina realizando de manera automática y habitual. Incorporar hábitos sanos no implica realizar cambios drásticos en nuestra rutina y con constancia se pueden instaurar.

Te ofrecemos ciertas pautas que ayudan a crear nuevos hábitos:

  • Ponte metas realistas y creer en la posibilidad de conseguirlas.
  • Establece bien qué es lo que quieres lograr y evita los términos amplios.
  • Establece una fecha para empezar y crea recordatorios para no olvidarlo.
  • Tómate tu tiempo. No intentes transformar tu vida de golpe, trata de incorporarlos poco a poco en la rutina.
  • Sé constante. Para crear el hábito es imprescindible mantener la constancia al menos durante un par de meses.

Esperamos que este inicio de año venga cargado de nuevos propósitos, que se hag