En psicología, existen muchos y variados modelos que intentan arrojar luz al mundo de las emociones negativas para poder explicar por qué existen y cómo paliar sus efectos. Normalmente la educación emocional es algo que no se enseña, sino que se aprende a base de experiencias propias o de conocidos, y eso muchas veces hace que los resultados sobre cómo superar algo, o llevarlo lo mejor posible, no sean todo lo bueno o rápido que podría ser. Hoy vamos a hablar sobre aquellos puntos que sí tenemos claros sobre las emociones negativas:
Todas las emociones tienen una utilidad, a lo largo de la evolución de la especie, el homo sapiens sapiens ha perdido la cola, el pelo, la cuadrupedia, etc., pero no ha perdido la expresión de las emociones a través de los gestos faciales, las lágrimas o la carcajada. Esto quiere decir algo, y es que las emociones son útiles, tienen una función que facilita la supervivencia del ser humano.
El peligro de estas puede estar localizado en la duración, la intensidad o la incorrecta aparición para determinados ambientes. Es decir, que la tristeza no es mala en sí misma, sino que es posible que nos traiga problemas cuando dura mucho, cuando es muy intensa o cuando surge en un momento o lugar inadecuados.
Es crucial conocer nuestro cerebro y nuestro cuerpo para saber cómo cuidarnos y saber llevar estas emociones a donde nosotros queramos, no obstante, esto es algo que solo puedes hacer con el tiempo, analizando tus experiencias, encontrando tus patrones y siendo compasivo contigo mismo/a. Algo que hacemos muchas veces, por ejemplo, para seguir hacia delante es no hacer caso sobre cómo nos sentimos, simplemente seguimos hacia delante – y quizá está bien, porque en ese momento es más importante o urgente – sin embargo, eso no hace que las emociones desaparezcan, siguen estando ahí, a veces acomodándose en nosotros, enraizándose; otras veces incluso haciéndose más grandes… hasta que un día explotamos, un día no podemos más y la puerta de nuestros sentimientos se abre como una presa de agua agrietada. A veces esto se traduce en muchos nervios que podrían llegar a ser un trastorno de ansiedad, a veces puede surgir mucha tristeza, que podría acabar en un trastorno depresivo, incluso otras veces, puede dar paso a la labilidad afectiva (inestabilidad de las emociones en un periodo corto de tiempo). Al final hablamos de algo que ha ido formándose en nuestro interior sin darnos cuenta y ahora, en otra época diferente, se ha manifestado. Vemos como, por ejemplo, en el caso de la labilidad, en un mismo día pasamos por la risa, el llanto, el enfado, la necesidad de aislamiento, nos molestan incluso las pequeñas tonterías… y da la sensación de que nos estamos volviendo locos, pero nada que ver.
¡Tranqui! Después de una época en la que no han podido salir estas emociones ahora están saliendo, volverán a su cauce, en cuanto finalicen el proceso de manifestarse. Es aquí donde cobra más importancia, si cabe, conocernos a nosotros mismos ya que, después de esta explosión, es crucial saber qué nos protege y nos cuida para volver a estar bien.
Algo muy útil para hacer caso a nuestras emociones y paliar su impacto es:
- Identificarlas, ponerles nombre, ubicar si estamos sintiendo algo más parecido a desamparo, incertidumbre, desasosiego, irritabilidad, frustración, impotencia… nos da un primer vistazo para saber por dónde empezar a regularnos, ya que no necesitamos lo mismo para tranquilizarnos que para alegrarnos, por ejemplo.
- Compartirlas con alguien, decirlo en voz alta y ponerlo en valor, también sirve escribirlo (estudios indican que es más efectivo escribirlo a mano, pero también sirve escribirlo en el móvil). Esto hace que se ordenen los pensamientos y los sentimientos. De esta manera, podrás comprobar como al sacarlo de tu mente se revaloriza la situación, y la mayoría de las veces se volverá algo más manejable.
- Encontrar una explicación a porqué nos sentimos así. El cerebro humano es una fuente insaciable de curiosidad y puede atascarse en un bucle sin sentido cuando no entiende algo, por eso es importante atender esas demandas cuando alguien no entiende qué pasa. Aquí es, además, donde aparecen el razonamiento emocional y las distorsiones cognitivas (estos dos conceptos tendrán su espacio para hablar de ellos, si os interesan).
- Conocer nuestros patrones de conducta (cosas que hacemos siempre que estamos tristes o nerviosos sin darnos cuenta) y factores de protección (aquellas cosas que ayudan a equilibrarnos), es sin duda lo que más nos va a ayudar para tomar un camino de mejora. ¡La psicología puede echarte una mano a conocerlos y aplicarlos!
Si te apetece conocerte, mejorar o prevenir cualquier situación desagradable, estamos aquí, ¡llámanos!